Alguien dijo que la adolescencia es una enfermedad que se cura con el tiempo.
La angustia ante los cambios bruscos que se producen en el propio cuerpo, la irrupción de las hormonas que reclaman una atención hasta ayer desconocida, las exigencias del entorno para las que las herramientas de la infancia ya no valen, el cambio en la relación con los padres cuando éstos dejan de ser el modelo a seguir para convertirse en una autoridad molesta que no les deja desplegar sus alas con la libertad que desearían. La urgencia del tiempo, que se experimenta en un presente radical, sin perspectiva de futuro, les hace pensar que cada minuto su vida entera se juega a cara o cruz.
Los cambios de humor inexplicables, extremos, les hacen viajar de la euforia y la felicidad más absoluta a la completa desolación. El chico o la chica, hasta ayer dócil, cariñoso y encantador, se transforma en un ser huraño, con una mala contestación siempre en la punta de la lengua.
Hoy, además, se suman las redes sociales con sus efectos aún por calibrar: la extrema exposición al escrutinio del grupo, la dependencia al like, la vulnerabilidad, el anonimato de los depredadores… En fin, que quienes atraviesan esa enfermedad transitoria que se llama adolescencia con frecuencia necesitan de un lugar seguro donde volcar sus dudas, sus angustias, sus preocupaciones. Alguien que les escuche y que contenga su impulsividad, que les permita pensar en vez de actuar; alguien que les ayude a conocerse mejor y que los prevenga de hacerse daño a sí mismos.
Básicamente
la adolescencia es un periodo de crisis, desequilibrio y
desconcierto, donde predominan la angustia, la rabia, la ambivalencia
y el dolor. Justamente por eso hay muchos adolescentes que
presentan dificultad en determinar y expresar lo que necesitan y / o
lo que les está sucediendo. También por eso es muy
importante la presencia no invasiva de los padres, intentando
comprender y aceptar los cambios que el adolescente está
sufriendo. En la búsqueda de la propia identidad, los jóvenes
se mueven entre dos fuerzas antagónicas: una que los conduce hacia
la vida adulta y la otra hacia los privilegios y características del
mundo infantil.
No todos los adolescentes viven este proceso de la misma manera y los chicos / chicas pueden presentar una serie de alteraciones ante las que es recomendable consultar:
-
Alteración del estado de ánimo que afecta al rendimiento escolar.
-
Ataques de ira o malhumor, bruscos y persistentes.
- Baja
autoestima y conductas autodestructivas.
- Cambios
significativos en los hábitos alimentarios y / o el sueño.
-
Estados depresivos acompañados de actitudes negativas e ideación de
muerte.